LOS HOMBRES DE BANDUNG
Nasser, el coronel egipcio que expulsó al rey Faruk, protegido de los ingleses, confía poco en las líneas aéreas occidentales: los gobiernos inglés y norteamericano han amenazado con impedirle asistir a la conferencia. Por consiguiente, para ir de El Cairo a Bandung ha alquilado un avión a Air India. Y hace escala en Nueva Delhi para recoger a Nehru.
Todo separa a estos dos hombres: la raza, la religión, el origen social, el estilo, pertenencia a dos grandes cultura -aunque los dos hablan inglés- que son como el cimiento en que se apoyan ambos.
Nasser, sombrío, ardiente, de uniforme, con su aire de fiera un poco pesada, es hijo de un cartero. Hizo carrera en el Ejército. Estuvo al frente de la rebelión de los coroneles que buscaba la resurrección de su país, anestesiado por tres cuartos de siglo de ocupación y, después, de protectorado británico.
Tiene un sueño grandioso, que describió en estos términos: “Unir cuatrocientos millones de musulmanes; he aquí un papel gigantesco que espera a un actor calificado. Somos nosotros, y solo nosotros, los designados por el pasado para representar este papel. Y el petróleo será la espada del mundo”
Pero, de momento, el petróleo está controlado, y seguirá estándolo durante años, por las grandes compañías, alrededor del golfo de Arabia.
De inmediato, ¿qué quiere Nasser para Egipto, ahora que él es su jefe? Tractores, medios técnicos. Su política: un reformismo activo, dentro de una “democracia sana”
De Nehru, indio de alta casta, se dice que es “el último gentleman de Oxford”.
Convertido en Pandit Nehru, es un hombre delicado, de 65 años, agnóstico, refinado, con una rosa fresca prendida siempre ene l tercer ojal de su túnica. En él apenas se percibe al oriental, oculto detrás de la educación británica.
¡Ah! ¡Cómo habría amado a los ingleses, si estos hubiesen abandonado la India en el siglo XIX! Si no hubiesen llegado al extremo de cortar un dedo de las niñas de su país para que no pudieses tejer, ya que el tejido estaba reservado a las manufacturas de la isla imperial, en Manchester.
Durante toda su vida adulta, Nehru combatió por la independencia de la India…
Al dirigirse a Bandung, cree en una era nueva, en la colaboración entre Occidente y el Tercer Mundo, “cuya miseria afrenta de modo intolerable a la dignidad y a la decencia humana”
Cuando el aparato de Air India se detiene para una escala técnica en el aeropuerto de Rangún (Birmania), Nehru y Nasser percibe, a través de la ventanilla, a un hombre delgado y flexible, envuelto en una guerrera gris, que avanza hacia ellos sobre la pista. Sonríe, con ojos intensos.
Es Chu-en-Lai, el nuevo primer ministro de la China Popular. también en camino hacia Bandung.
Al día siguiente aterrizan, al fin, en Bandung. Los periodistas rodean el aparato. Uno de ellos interpela a Nehru:
-Occidente ha explotado a sus pueblos durante siglos, y la reunión de Bandung les llena de miedo. Algunos occidentales se preguntan incluso si no se tratará del inicio de un movimiento racista a la inversa. ¿Qué dice usted a esto?
-Si -responde Nehru-, occidente piensa lo que usted dice. Y es posible que se realice lo que teme. El sentimiento racial existe en nuestros pueblos; y si Occidente sigue oprimiéndoles creará en ellos un racismo inextinguible.
El primer ministro indio parece resuelto a dejar la cosa así, y se abre camino hacia su coche oficial
Pero entonces se vuelve y, con voz más fuerte, lanza una conclusión al grupo de periodistas:
-Soy de los que quisiéramos evitar lo irreparable. Hay que comprender que Bandung es la última llamada de los países pobres a la conciencia moral de Occidente”.
Servan-Schreiber, Jean-Jacques, El desafío mundial, España, Plaza & Janés Editores, 1985