LAS PRÁCTICAS DEL APARTHEID
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Pensadas de manera que gustasen a la opinión afrikáner y para que pareciesen un programa de gobierno, tales ideas dieron la mayoría a una coalición de la derecha y de la extrema derecha nacionalistas, conducidas por el Partido Nacional Reunificado de Daniel Malan, en las elecciones legislativas de 1948.
El impresionante arsenal jurídico, votado principalmente por iniciativa del primer ministro Daniel Malan, y manejado por sus sucesores hasta la década de 1970, era poco innovador en materia de segregación, contentándose con endurecer las modalidades existentes y las posibilidades de control. La gran novedad consistía en la adopción, a partir de la Ley de Registro de la Población (1950), de un sistema clasificatorio de los «grupos raciales», de donde iba a derivar la segregación reforzada y también la exclusión política de los africanos y el carácter cada vez más policial del régimen. A partir de este momento los sudafricanos se encontraron divididos en tres grupos definidos por su apariencia física: los «blancos» (2.600.000, es decir, un 20,8 por ciento de la población en 1951), entre los cuales se incluyó finalmente a los japoneses; los «de color» (coloured, 1.100.000, 10,8 por ciento de la población), privados del derecho de voto en 1956 y en cuyo seno se introdujeron en 1959 y 1967 nuevas distinciones (mestizos, mestizos del Cabo, chinos, indios, otros asiáticos, otros de color); y finalmente los «negros» (12.600.000, 68,2 por ciento de la población), en cuyo grupo se colocó «a toda persona a la que se acepta generalmente como miembro de una raza aborigen o de una tribu de África».
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Las etiquetas raciales sirvieron también para que se respetasen las disposiciones del Petty apartheid [apartheid mezquino], basado en la estricta separación de lugares y servicios públicos cuya interminable lista enumeraba la Ley de Reserva de Servicios Separados (1953): bibliotecas, hospitales, iglesias y templos, ascensores, lavabos, bares y restaurantes, salas de espectáculos, estadios y campos de deporte, transportes, bancos y parques públicos... Estas medidas significaban la institucionalización de la mala calidad de los servicios que se ofrecían a los africanos en todos los campos, en particular en los de la salud y la educación formal.
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La resistencia al apartheid, proveniente de forma desigual de todos los «grupos raciales» —cada uno de los cuales creó sus propias organizaciones (como el Natal Indian Congress [Congreso Indio de Natal] en 1894, o el Pan African Congress [Congreso Panafricano] en 1959—, y gracias a "organizaciones transétnicas tales como el African National Congress (CNA, Congreso Nacional Africano, fundado en 1912) y el United Democratic Tront [Frente Democrático Unido] fundado en 1983), consiguió rodear las maniobras del régimen del apartheid y procedió a combatirlo frontalmente. De la opresión a las resistencias y de las resistencias a la represión, la vida social y política en África acabó siendo una serie de violencias incesantes. Además, la estrategia de exclusión de los africanos del juego político se endureció a su vez, confiriendo al gobierno racista, progresivamente, todas las características de un régimen policial y terrorista que nada podía disimular, ni siquiera el llamado diálogo con ciertos Estados africanos de los más dictatoriales y corruptos, ni la estrategia de crecimiento económico ampliamente apoyada por inversiones occidentales, violando las medidas internacionales de embargo. Adoptada en 1950, la Ley de Supresión del Comunismo definía al comunismo de modo tan vago que permitía al gobierno reprimir cualquier cosa: era comunista cualquier persona que se adhiriese, a «toda doctrina que tuviese como meta la instauración de la dictadura del proletariado y que provocase desórdenes en el seno de la Unión, imponiendo cambios políticos, económicos y sociales con el apoyo de un gobierno extranjero o no». Además se promulgaron la Ley de Seguridad Pública y la Ley de Derecho Penal (1953), que permitían instaurar el estado de excepción, suspender las libertades públicas y condenar a todo individuo que transgrediese las leyes o que ayudase de algún modo a los movimientos de resistencia.
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Estas disposiciones no impidieron que los movimientos de resistencia continuasen siendo muy activos, llevando al gobierno a aumentar la represión: matanza de manifestantes en Sharpeville el 21 de marzo de 1960 (oficialmente 69 muertos y 180 heridos); procesos inicuos, como el de los jefes del CNA, entre los que se hallaba Nelson Mandela, condenado a cadena perpetua (1963); violenta represión de los estudiantes de bachillerato que se manifestaban en Soweto en contra de la introducción de la lengua afrikaans en la enseñanza (1976); asesinato de militantes anti-apartheid, prescindiendo del «grupo racial» al que perteneciesen, tanto en el extranjero como en Sudáfrica. Tal fue el caso de Steve Biko, activista de la Black Consciousness [Conciencia Negra], torturado hasta morir por la policía (1977)”
M’Bokolo, Elikia, Las prácticas del apartheid, en Ferro, Marc (director), El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, La esfera de los libros, Madrid, 2005, pp. 553-563