LA INCORPORACIÓN DE CHINA COMUNISTA AL CAPITALISMO GLOBAL
"En los primeros años del siglo XX, cerca del 20% del crecimiento de la economía internacional dependió del empuje de China. Con su espectacular demanda de cemento, carbón, acero, aluminio, níquel, petróleo y soja fue una verdadera “locomotora” que arrastraba a la economía mundial ¿Qué había ocurrido en este país, al que la “revolución permanente de Mao había conducido a costosas encrucijadas?
En 1978 el Comité Central del Partido Comunista chino había aprobado las reformas propuestas por Den Xiaoping: el apodado “Pequeño Timonel” introdujo medidas encaminadas a desmantelar la ingeniería social de la era de Mao, el “Gran Timonel”. Dos años antes, la muerte de Mao había dado paso a un breve período de incertidumbre en cuanto a la sucesión del poder. Por un lado, estaba la llamada Banda de los Cuatro, encabezada por la viuda de Mao. Sus integrantes, comprometidos con la Revolución cultural, se presentaban como continuadores de la línea maoísta. La Banda de los Viejos, liderada por Deng Xiaoping, una de las víctimas de la revolución cultural, se interesaba por las experiencias económicas de Corea del Sur y Taiwán, donde las reglas del mercado asociadas a la intervención estatal habían derivado en un notable crecimiento económico. Este grupo acabó tomando el control del partido.
A fines de 1978 el Comité Central aprobó el programa de las Cuatro Modernizaciones -agricultura, industria, defensa e investigación científica-, propuesto por Deng Xiaoping […]. El nuevo rumbo incluía la gradual apertura de la economía china al exterior, la disminución de las regulaciones del estado, la creación de un mercado laboral y de capitales, la fijación de precios a través del mercado, empezando por el sector agrícola. [...] En 1980 China ingresó al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional.
[…] el reemplazo de las comunas agrarias por un sistema de “responsabilidad familiar” que permitía la comercialización privada de los excedentes no vendidos al estado derivó en el aumento de la productividad y posibilitó el enriquecimiento de los campesinos […]. Pero las cosas cambiaron desde mediados de los años ochenta. El mundo agrario quedó marginado del proceso de desarrollo cuando los incentivos, la infraestructura y la inversión extranjera se concentraron en las zonas costeras. […]
En el plano industrial se otorgó mayor autonomía a las empresas estatales y se establecieron zonas económicas especiales: espacios donde se autorizaba el ingreso de empresas extranjeras que producían en condiciones fiscales privilegiadas disponiendo de trabajadores con ínfimos salarios. La radicación de capitales foráneos en estos territorios pretendía ingresar nuevas tecnologías, capacitar mano de obra y avanzar hacia la producción de bienes exportables. En 1980 se abrieron cuatro zonas económicas especiales […], una década y media después llegaban a casi diez mil.
Las empresas estatales fueron incorporando los criterios del mercado, entre ellos, la competitividad […]. El crecimiento económico basado en el patrón de la competitividad tuvo costos sociales diferentes de los del plan estatal: entre otros, el cierre masivo de fábrica y el consiguiente desempleo. El progresivo desmantelamiento de la regulación pública de los preciso fue acompañado por el encarecimiento de los bines de consumo.
La reforma económica combinó con un aumento notable de la movilidad social, ocupacional y residencial, y también con el surgimiento de una nueva elite económica, el afianzamiento de una pequeña clase media urbana y una mejora palpable en el nivel de vida de la cuarta parte de población china. Asimismo, dio lugar a la profundización de las desigualdades, ya que la lógica del mercado agrandó la brecha social entre el mundo urbano y el rural y entre las provincias costeras y las del interior. […] El estado se ha desentendido de sus antiguos compromisos, empujando a las personas hacia el emprendimiento privado, el autoempleo o la migración interna manos menos ilegal.
[…]
A partir de la reforma, las ideas y símbolos distintivos del maoísmo quedaron relegados a meras ceremonias rituales. Si bajo Mao la legitimación de las decisiones del partido remitía al compromiso ideológico con la igualdad social a través de la lucha de clases, ahora los comunistas asignan una orientación pragmática a sus acciones. Para demostrar que son capaces de mejorar las condiciones de vida de la gente, decidieron acelerar el crecimiento económico, aceptando la desigualdad social como un coste ineludible para sacar al país de su retraso. El nuevo rumbo se ha perpetuado en el tiempo, en gran medida debido al innegable éxito económico de vastos sectores beneficiados que conviven con innumerables perdedores.
[…]”
Béjar, María Dolores, Historia del siglo XX. Europa, América, Asia, África y Oceanía, Siglo XXI Editores, Argentina, 336-338