JAPÓN EN LOS AÑOS '50


“Fue la Guerra de Corea la que marcó el arranque de aquel ininterrumpido desarrollo económico que ha llevado a Japón a convertirse en la segunda potencia industrial del mundo. gracias a los abastecimientos para el ejército de las Naciones Unidas empeñado en la guerra, la industria nipona, que hasta entonces se había quedado muy por debajo de los niveles de anteguerra, pudo reactivar sus motores y comenzar un periodo de ascenso constante. En 1953 el índice de la producción industrial había subido ya en un 15% respecto del de 1936, para alcanzar la cuota del 410% en 1960. Gran parte de los productos de la industria japonesa era exportada; de 1951 a 1961, el volumen de las exportaciones resultó más que duplicado. […] máquinas, motos, y sobre todo navíos, sector en el que la industria nipona se convirtió en la primera del mundo. Además de la calidad de las mercancías, había cambiado también el destino de las exportaciones, ya no se dirigían hacia China y los países asiáticos, sino hacia los Estados Unidos, que se convirtieron en el mayor importador de productos japonenses.

Un desarrollo tan vertiginoso es tanto más sorprendente en cuanto que Japón no era totalmente autosuficiente en lo tocante a su abastecimiento alimentario y no disponía de grandes recursos de materias primas, viéndose por eso obligado a importar el carbón y el petróleo necesarios para sus fábricas […].

Para hacer realidad a semejante performance, que no tiene comparación ni siquiera con los “milagros” alemán e italiano, concurrieron una serie de factores: el bajo nivel del gasto militar, que no superaba el 1% del Producto Nacional Bruto; la calidad y preparación de los managers, formados en un sistema escolar extremadamente eficiente y selectivo; el espíritu emprendedor y la audacia de algunos industriales. (Honda, cuyas motocicletas se impusieron en los mercados y en las pistas de todo el mundo, era hijo de un herrero de pueblo). El factor principal, sin embargo, fue el flujo constante de las inversiones por parte de los bancos, que, dada la escasa viabilidad de otros tipos de inversiones -el coste de las viviendas, por ejemplo, era elevadísimo-, atraían una ingente masa de ahorro, lo que les permitía practicar unos tipos de interés muy bajos. Otro factor que contribuyó de manera relevante al logro de objetivos tan importantes, cabe encontrarlo en el papel que la intervención del Estado, y en particular del todopoderoso Ministerio para el Comercio exterior y la Industria (MITI), desempeñó en la obra de incentivo y coordinación de la economía del país. No en vano ésta fue definida como “la mas dirigiste de las economías liberales” (Bergére, 1979). La orientación principal de esta intervención fue la de asegurar a la industria nacional el pleno control del mercado interno, mediante un sistema de aranceles.

Pero todo esto todavía no es suficiente para explicar el “milagro” japonés, sin no se tiene en cuenta la peculiar estructura de la economía y de la sociedad niponas. Como los Estados Unidos y Francia, también Japón experimentó un fuerte incremento demográfico en la posguerra. Su población, que en 1940 era de 73 millones, alcanzó en 1960 los 93, a pesar de que en 1948 procedió a la legalización del aborto y desde 1949 se habían autorizado la venta de anticonceptivos. Este incremento demográfico, sumado al constante desplazamiento del campo a la ciudad, hacía que estuviese disponible en el mercado del trabajo una gran calidad de mano de obra a bajo coste y por consiguiente se hiciera practicable un régimen de salarios bajos. Estos últimos eran la regla en las pequeñas empresas, en las que estada ocupado el 70% de la fuerza de trabajo total, y que contribuían en un 45% a la producción. En las empresas de dimensiones mayores, en cambio, las retribuciones, calculadas según un sistema basado en la veteranía del trabajador (sistema Densan), eran sensiblemente más elevadas. En la realidad industrial japonesa los trabajadores empelados en ellas recibirán un salario que, medianamente, era el doble del de sus compañeros de las pequeñas empresas. Además, a diferencia de éstos, se les garantizaba la estabilidad del puesto de trabajo; por lo tanto, se configuraban como una suerte de aristocracia obrera. Y si a esta diferenciación salarial entre pequeña y gran empresa se añade la que mediaba entre los salarios masculinos y femeninos, y se tiene en cuenta también la duración de la semana laboral, que todavía hoy sigue siendo notablemente más larga que la vigente en Norteamérica o en los países europeos, la conclusión a la que se legal es que el bajo coste del trabajo constituyó un factor muy importante para el desarrollo de la economía japonesa a lo largo de los años cincuenta.

Además de los factores económicos que hemos venido indicando, cabe reparar, para comprender las razones del boom japonés, también en los factores políticos. Es indudable que la mayor novedad de la vida política japonesa en la posguerra fue el fin de la presión que sobre ella ejercían los militares y el papel que en su lugar fueron asumiendo los partidos políticos, lo cual constituyó un paso importante en el camino de la democratización de la vida pública. Pero también es verdad, que una vez pasada la efervescencia de los años de posguerra, el principal rasgo distintivo de la vida política japonesa fue su estabilidad, cuando no su inmovilismo. En efecto, el escenario político fue dominado por el Partido Liberal demócrata, nacido en 1955 de la fusión entre liberales y demócratas. […]. Su fuerza consistía sobre todo en la vinculación muy estrecha que tenía con los dirigentes de los grandes zakai (como se llamaron los antiguos zaibatsu de la anteguerra) y de la Keidanren, una asociación de las grandes empresas fundada en 1956; ambas entidades garantizaban su apoyo a los liberales demócratas, hasta el punto que, más que una vinculación, se trataba de una “ósmosis” (Bèrgere, 1979).

[…]

Entre los partidos de la oposición, el que tenía el mayor consenso electoral era el socialista. Pero éste contaba con un número reducido de afiliados, no disponía de un órgano de prensa propio y, sobre todo, estaba divido en su seno entre una corriente moderada y una intransigente. En 1960, su ala moderada se escindió del partido para constituir un Partido Socialdemócrata, que en las elecciones de noviembre obtuvo, con el 8,7% de los votos, una notable afirmación. Por el contra, el Partido Comunista tenía un número de afiliados mayor, y disponía de un periódico con una considerable difusión, pero su consenso electoral era mucho más limitado. Además, su línea política sufrió numerosas rectificaciones […] Tras la ruptura entre el PCUS y el Partido Comunista Chino, basculó entre Moscú y Pekín, para acabar adoptando una postura de autonomía ante ambas grandes potencias comunistas […]

Un papel importante y combativo en la oposición de varios gobiernos liberal demócratas lo tuvo la mayor organización sindical del país, la Sohyo, fundada en 1950. Pero sus tres millones y medio de afiliados eran mayoritariamente trabajadores del estado y de algunas grandes empresas privada, donde sufría la competencia de los sindicatos del sector, que se agrupaban todos en otra central sindical, el Domei, mientras que su presencia en la pequeña empresa era dominante. Finamente cabe mencionar el movimiento de los estudiantes universitarios, cuyo número entre 1953 y 1967, casi se había triplicado; su principal organización se llamaba Zengakuren y se había constituido en 1948; sus dirigentes y muchos de sus seguidores se habían formado en los textos del marxismo, que circulaban ampliamente entre la juventud que estudiaba y entre los profesores, lo cual puede explicar su orientación ideológica y su radicalismo.

El aglutinante de ese variopinto frente de opositores era el antiamericanismo y, de hecho, en este punto se alcanzaron momento de convergencia entre sus distintos componentes. […] las manifestaciones de antiamericanismo llegaron a su cúspide en la primavera y en el verano de 1960, coincidiendo con el debate parlamentario sobre la ratificación del nuevo tratado de amistad y cooperación entre Japón y Estados Unidos estipulado en enero y que venía a sustituir y poner al día el antiguo tratado de 1951. En esta ocasión, las manifestaciones fueron tan intensas que obligaron al primer ministro a dimitir y disuadieron a Eisenhower de efectuar la visita a Japón que estaba programada desde hacía tiempo.”

 

Procacci, G., Historia General del siglo XX, Editorial Crítica, España, 2004pp. 373-377

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