GORBACHOV DIMITE COMO PRESIDENTE DE LA URSS


 «Queridos compatriotas, conciudadanos:

Como consecuencia del escenario recién formado, la creación de la Comunidad de Estados Independientes, ceso mis actividades en el cargo de presidente de la URSS. Tomo esta decisión a partir de consideraciones basadas en principios morales. He apoyado firmemente la independencia, la autonomía de las naciones, la soberanía de las repúblicas, pero al mismo tiempo también la preservación de la unión del Estado, la unidad del país.

 Los acontecimientos han seguido un curso diferente. La política que prevaleció fue la de desmembrar el país y desunir el Estado, algo con lo que no puedo estar de acuerdo. Y después de la reunión de Alma-Ata y las decisiones tomadas allí, mi posición en este asunto no ha cambiado. Además, estoy convencido de que decisiones de esa envergadura deberían haberse basado en la consulta de la voluntad popular. Sin embargo, voy a seguir haciendo todo lo que esté a mi alcance para que los acuerdos firmados allí conduzcan al verdadero acuerdo en la sociedad, y voy a facilitar la salida de la crisis y el proceso de reforma.

[…]

El proceso de renovación del país así como los radicales cambios en el mundo resultaron ser mucho más complicados de lo que cabía esperar. Pero se le debe dar la importancia que merece a lo que se ha conseguido. Esta sociedad adquirió la libertad, se liberó política y espiritualmente, y este es nuestro principal logro, el cual aún no hemos entendido del todo porque no hemos aprendido a usar la libertad.

Sin embargo, se ha llevado a cabo un trabajo de relevancia histórica. El sistema totalitario, que privó al país de la oportunidad de ser exitoso y próspero, hace mucho tiempo que se ha eliminado. Un gran avance se ha logrado en el camino hacia el cambio democrático. Las elecciones libres, la libertad de prensa, las libertades religiosas, los órganos representativos del poder, el sistema multipartidista; todo esto se ha hecho realidad. Los Derechos Humanos son reconocidos como principio supremo.

[…]

Nos abrimos al mundo, dejamos de interferir en los asuntos de otros y de emplear tropas más allá de las fronteras del país, y la confianza, la solidaridad y el respeto fueron devueltos como respuesta.

Las naciones y los pueblos de este país obtuvieron verdadera libertad para elegir el camino de su autodeterminación. La búsqueda de una reforma democrática del Estado multinacional nos ha traído al umbral de la celebración de un nuevo Tratado de la Unión. Todos estos cambios provocaron una gran tensión. Se llevaron a cabo gracias a una fuerte lucha, con una creciente resistencia por parte de las antiguas, obsoletas fuerzas.

El antiguo sistema se derrumbó antes de que uno nuevo tuviera tiempo de empezar a funcionar, y la crisis en la sociedad se hizo aún más aguda. El golpe de agosto llevó la crisis general a su límite último. Lo más dañino de esta crisis es la desintegración de la estructura del Estado. Y hoy me preocupa que nuestra gente pierda la ciudadanía de un gran país. Las consecuencias pueden llegar a ser muy duras para todos.

Me marcho dejando mi puesto con aprehensión, pero también con esperanza, con fe en vosotros, en vuestra sabiduría y fuerza de espíritu. Somos los herederos de una gran civilización, y que renazca en una vida nueva, moderna y digna depende ahora de todos y cada uno de nosotros.

Algunos errores podrían sin duda haberse evitado, muchas cosas se podrían haber hecho mejor, pero estoy convencido de que, tarde o temprano, nuestros esfuerzos comunes darán sus frutos, y nuestras naciones vivirán en una sociedad próspera y democrática.

Os deseo todo lo mejor».

Fragmentos de discurso emitido el 25 de diciembre de 1991

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