FIDEL CASTRO: LA CRISIS DE LOS MISILES EN PRIMERA PERSONA
Fue un momento muy tenso, y las lecciones que pueden extraerse de esa crisis son muchas. El mundo estuvo a punto de una guerra termonuclear, como consecuencia de la política agresiva y brutal del gobierno de Estados Unidos, contra Cuba y un plan de invadir la isla ya con el empleo directo de fuerzas navales, aéreas y terrestres de ese país, aprobado aproximadamente diez meses después de la desastrosa derrota que sufrieron en Girón y ocho meses aproximadamente antes de que estallara la crisis.
Los soviéticos lograron obtener noticias absolutamente verídicas sobre ese plan y le comunicaron a Cuba la existencia de tal peligro, aunque no fueron totalmente explícitos, y en realidad protegieron la fuente. Dijeron que habían llegado a esa convicción después de la reunión entre Jruschov y Kennedy en Viena. […]
Para hablar con nosotros, enviaron a Sharaf Rashidov, secretario del Partido en Uzbekistán, y al jefe de las Fuerzas Coheteriles Estratégicas de la URSS, mariscal Serguei Biryuzov. En el primer encuentro con ellos estuvimos presentes Raúl y yo.
Después de ofrecer la información señalada, preguntar qué pensaba yo que debía hacerse para evitar aquel ataque. Yo les respondí con toda calma: “hagan una declaración publica advirtiendo a Estados Unidos, igual que ellos hacen en circunstancias similares, que un ataque a Cuba sería considerado como un ataque a la URSS”.
[…] Ellos quedaron pensando un rato y después añaden que para que no se tratara de una simple declaración eran necesario adoptar medidas concretas. Fue entonces cuando expresaron su criterio de instalar un mínimo de proyectiles de alcance medio en Cuba.
Para mí, tal como lo aprecié se hizo evidente el deseo de obtener una mejoría en la correlación de fuerzas entre la URSS y Estados Unidos. Confieso que no me agradaba mucho la presencia de aquellas armas en Cuba, dado nuestro interés de evitar para nuestro país la imagen de ser una base soviética, de modo especial en el ámbito de América Latina. […]
Serían enviados 42 proyectiles de alcance medio. Las fuerzas navales, aéreas y terrestres en Cuba serían reforzadas con lanchas coheteriles, un regimiento de aviones MiG-21, cuatro brigadas de infantería motorizada bien equipadas con blindados y tanques y un regimiento de armas nucleares tácticas que en el momento en que estalla la crisis ya disponía de todas sus ojivas nucleares y cuyo jefe tenía dificultades para emplear aquellas armas in necesidad de órdenes superiores.
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Esta conversación tuvo lugar cinco meses antes de la crisis. […]
Sin estos antecedentes no se podría tener una idea de lo que ocurrió en octubre de ese año 1962 […]
¿Cómo empieza la crisis?
Los norteamericanos detectan las instalaciones para los misiles entre el 14 y el 15 de octubre. Un avión espía U-2, que vuela a gran altura, toma fotos de unas rampas de lanzamiento. En realidad, es sabido hoy que fue un miembro de los propios servicios de información soviéticos, el coronel Oleg Penkovsky, quien dio a los norteamericanos el emplazamiento preciso de los misiles que luego el U-2 detecta. Kennedy es informado el 16 de octubre. Seis días después se inició la crisis.
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¿En esa situación, qué hicieron las Naciones Unidas?
Tuvo lugar un debate que yo calificaría de bochornoso entre el embajador norteamericano, Adlai Stevenson y el soviético, Valerian Zorin. Stevenson presentó de manera espectacular ante el Consejo de Seguridad grandes fotos aéreas de las bases de proyectiles estratégicos. El soviético negó la evidencia, negó la autenticad de esas pruebas. Rechazó el debate. Todo era improvisado, el hombre no estaba preparada para discutir. No ataca, no denuncia, no emplea las poderosas razones que tenía Cuba, país pequeño y agredido, amenazado por la superpotencia. […] [Kruschev] cometió el error de rechazar el verdadero debate, que debió haber sido sobre la soberanía de Cuba, su derecho a a defenderse, a protegerse. […]
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¿Usted pensó en algún momento que la guerra era inevitable?
Mire, era un momento muy tenso. Nosotros mismos creíamos que era inevitable el conflicto y estábamos decididos a aceptar el ese riesgo. No nos pasaba por la mente la idea de ceder ante las amenazas del adversario.
Pero lo soviéticos cedieron
En ese momento de máxima tensión, los soviéticos envían a Estados Unidos una proposición. Y Jruschov no la consulta con nosotros. Proponen retirar los misiles, si los norteamericanos retiran los cohetes Júpiter de Turquía. Kennedy acepta el compromiso el 28 de octubre. Y los soviéticos deciden retirar los cohetes SS-4. Aquello nos pareció absolutamente incorrecto. Ocasionó mucha indignación.
¿Tuvo usted la impresión de que el acuerdo se hacía a espaldas de ustedes?
Nosotros nos enteramos por vía pública de que los soviéticos estaban haciendo esa proposición de retirar los proyectiles. ¡Y no se había discutido en absoluto con nosotros! No estábamos en contra de alguna solución, porque era importante evitar un conflicto nuclear. Pero Jruschov tenía que haber dicho a los norteamericanos. “Hay que discutir también con los cubanos”. Careció en ese instante de serenidad y firmeza. Por una cuestión de principios debieron consultar con nosotros.
De haber sido así, con seguridad los términos del acuerdo hubiesen sido mejores. No hubiera permanecido en Cuba la base naval de Guantánamo, no se hubieran mantenido los vuelos espías a gran altura. Todo eso nos agravió mucho.[…] Nuestras relaciones con los soviéticos se deterioraron. Durante años eso influyó en nuestras relaciones.”
Ramonet, Ignacio, Fidel Castro. Biografía a dos voces, Debate, Buenos Aires, 2007, pp. 281-288