"ESTOY PREPARADO PARA MORIR"
Extractos del alegato pronunciado por Nelson Mandela desde el banquillo de los acusados el 20 de Abril de 1964 durante el juicio por alta traición celebrado en la Corte Suprema de Pretoria, conocido como «juicio de Rivonia». Mandela fue condenado a cadena perpetua.
“Yo soy el primer acusado.
Tengo una licenciatura en Artes y ejercí de abogado en Johannesburgo durante varios años en colaboración con Oliver Tambo. Se me condena por salir del país sin permiso y por incitar a la gente a ir a la huelga a finales de mayo de 1961.
Ante todo, quiero decir que la sugerencia hecha por el Estado en su apertura que la lucha en Sudáfrica está bajo la influencia de los extranjeros o los comunistas es totalmente incorrecta. He hecho todo lo que hice, como individuo y como líder de mi pueblo, por mi experiencia en Sudáfrica y por mi propio orgullo africano.
En mi juventud en Transkei escuché a los ancianos de mi tribu contar historias de los viejos tiempos. Entre los cuentos se mencionaban los de las guerras de nuestros antepasados que lucharon en defensa de la patria. Los nombres de Dingane y Bambata, Hintsa y Makana, Squngthi y Dalasile, Moshoeshoe y Sekhukhuni, se elogiaron como la gloria de toda la nación africana. Yo esperaba entonces que la vida puede ofrecer la oportunidad de servir a mi pueblo y mi humilde contribución a su lucha por la libertad. Esto es lo que me ha motivado en todo lo que he hecho en relación con las acusaciones formuladas en mi contra en este caso.
Dicho esto, tengo que tratar de inmediato y con cierto detenimiento la cuestión de la violencia. Algunas de las cosas que hasta ahora le dijo a la Corte son verdaderas y algunas son falsas. No obstante, niega que planeara sabotaje. Yo no tenía previsto en un espíritu de temeridad, ni porque tengo el amor de toda la violencia. Yo lo previsto como resultado de un ambiente tranquilo y sobrio de evaluación de la situación política que había surgido después de muchos años de tiranía, la explotación y la opresión de mi pueblo por los blancos.
[…] Yo formé parte de quienes contribuyeron a la fundación de Umkhonto [Umkhonto we sizwe –La lanza de la nación-, brazo armado del Congreso Nacional Africano]. Cuando creamos la organización lo hicimos por dos motivos.
En primer lugar, teníamos el convencimiento de que la política auspiciada por el Gobierno conducía directamente a los africanos a una violencia inevitable y que, sin dirigentes responsables capaces de canalizar y de hacer suyos los sentimientos de nuestro pueblo, se producirían actos terroristas susceptibles de engendrar entre las distintas razas un resentimiento y una hostilidad jamás vista, aun en tiempos de guerra.
En segundo lugar, éramos conscientes de que al pueblo africano no le quedaba más elección que la violencia para luchar victoriosamente contra el principio establecido de la supremacía blanca. La legislación bloqueaba todos los medios legales de manifestar nuestra oposición a semejante principio, y nos hallábamos en una situación que nos conducía, o bien a aceptar un permanente estado de inferioridad, o bien enfrentarnos al Gobierno.
Optamos por desafiar la ley, aunque sin recurrir a la violencia; solo a raíz de una nueva legislación contra nuestros métodos, y tras un alarde de fuerza por parte del Gobierno para aplastar toda oposición a su política, decidimos responder a la violencia con la violencia.
Pero la violencia que decidimos adoptar nada tenía que ver con el terrorismo. Cuantos habíamos creado Umkhonto pertenecíamos al Congreso Nacional Africano (ANC), que para resolver los conflictos políticos se apoyaba en los principios de no violencia y de negociación. Entendemos que Sudáfrica pertenece a cuantos viven en su seno, y no a una colectividad, ya sea negra o blanca. No deseábamos una guerra interracial e hicimos cuanto pudimos para evitarla.
[…] No queríamos embarcarnos en una guerra civil, pero sí estar preparados en caso de que esta resultase inevitable. Cuatro métodos de violencia eran posibles: el sabotaje, la guerrilla, el terrorismo y la revolución sin límites. Optamos por el primero, y nos propusimos practicarlo hasta el final antes de tomar otra decisión.
A la luz de nuestros antecedentes políticos, nuestra elección era lógica. El sabotaje excluía la pérdida de vidas humanas, y ofrecía la mejor esperanza para el futuro de las relaciones raciales. El rencor disminuiría y, si esa política daba sus frutos, algún día podría hacerse realidad un Gobierno democrático.
[…] La experiencia nos mostraba que la rebelión proporcionaría al Gobierno pretextos ilimitados para masacrar indiscriminadamente a nuestro pueblo. Debido precisamente a la sangre de todos los africanos inocentes que manchaba ya la tierra de Sudáfrica, de cara a una acción a largo plazo, debíamos prepararnos para utilizar la fuerza a fin de preservarnos a nosotros mismos de la violencia.
Si la guerra resultaba inevitable, debíamos conducir el combate de la manera más favorable para nuestro pueblo. La lucha más viable para nosotros y la que conllevaba menos riesgos, limitando las pérdidas humanas por ambas partes, era la guerrilla. De este modo decidimos prepararnos para el futuro y prever esa eventualidad.
[…] La falta de dignidad humana de los africanos es consecuencia directa de la política ligada a la supremacía blanca. Supremacía blanca equivale a inferioridad negra. La legislación apunta en ese sentido. En Sudáfrica, solo los africanos se encargan de las tareas ingratas. Cuando el hombre blanco tiene algo que transportar o que limpiar, encarga a un africano que lo haga por él, aun cuando no sea empleado suyo.
Debido a este tipo de actitud, los blancos tienden a considerar a los africanos como una raza aparte. Olvidan que tienen su propia familia, que son capaces de experimentar emociones, que se enamoran como cualquier blanco, que aspiran como ellos a tener mujer e hijos, o que quieren ganar el dinero necesario para afrontar las necesidades de sus familias, alimentarlos, vestirlos y mandar a sus hijos a la escuela. ¿Y a qué criado o a qué peón le cabe la esperanza de lograrlo?
[…] A lo largo de mi vida me he dedicado a luchar por los derechos de los africanos. He luchado contra la dominación blanca y contra la dominación negra. He anhelado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas vivan en armonía con idénticas oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero alcanzar. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.
[…] Sudáfrica es el país más rico de África y podría ser uno de los países más ricos del mundo. Pero es una tierra de extremos y contrastes muy marcados. Los blancos disfrutan de lo que bien podía ser el nivel más alto de vida del mundo, mientras que los africanos viven en pobreza y miseria.
El 40% de los africanos viven sin esperanza en condiciones de pobreza inimaginables. Los más prósperos viven en Johannesburg, aun así, su situación es desesperada. Las últimas cifras a 25 de marzo de 1964 muestran que el 42,84% de las familias viven por debajo del umbral de la pobreza. En estos casos, la pobreza va de la mano de la malnutrición y de las enfermedades: Tuberculosis, gastroenteritis, escorbuto… traen la muerte y la destrucción de la salud. La incidencia de la mortalidad infantil es una de las más altas del mundo. Según la oficina médica de Pretoria, la tuberculosis mata a 40 personas al día (casi todos africanos), y en 1961 hubo 58491 nuevos casos registrados.
Las enfermedades no solo destrozan los órganos vitales, sino que dan como resultado falta de inteligencia y de iniciativa y reduce el poder de concentración. Los efectos secundarios de tales condiciones afectan al conjunto de toda la comunidad y al rendimiento de los trabajadores.
El reproche de los africanos, ahora bien, es no solo que ellos son pobres y que los blancos son ricos, sino que las leyes, que están hechas por los blancos, están destinadas a preservar esta situación. Hay dos maneras de romper con la pobreza. La primera es mediante una adecuada educación, y la segunda es adquirir una mayor profesionalidad de los propios trabajadores y de esta manera adquirir unos mayores salarios. Estas dos vías de salvación están deliberadamente cortadas por la legislación de los blancos.
El presente gobierno ha impedido siempre que los africanos adquieran una adecuada educación. Una de sus primeras medidas después de tomar el poder, el de eliminar todos los subsidios a las escuelas africanas. Muchos niños africanos que asistían a las escuelas dependían de estos subsidios. Este fue un acto cruel.
Existe la educación obligatoria para todos los blancos, y virtualmente sin coste alguno para sus padres, sean ricos o pobres. Las mismas condiciones no se adjudican a los niños africanos. A menudo, los niños africanos tienen que pagar más por su escolarización que los niños blancos.
El gobierno a menudo responde a estas críticas diciendo que los africanos de Sudáfrica son mejores económicamente que cualquiera de los otros habitantes del resto de África. Yo desconozco si esta afirmación es correcta o no. Pero aun siendo cierta, mientras los africanos estén concernidos, esto es irrelevante.
Nuestra queja no es que nosotros seamos pobres en comparación con la gente de otros países, sino que nosotros somos pobres en comparación con los blancos de nuestro propio país, y que esta situación está favorecida mediante legislación.
La ausencia de dignidad humana experimentada por los africanos es el resultado directo de la política de la supremacía blanca. La supremacía blanca implica la inferioridad de los negros. La legislación actual está designada a preservar dicha supremacía.
Por encima de todo, nosotros deseamos derechos políticos igualitarios, porque sin ellos, nuestras deficiencias serán permanentes. Sé que esto suena revolucionario para los blancos de este país, porque la mayoría de los votantes serán africanos. Esta es la razón por la que el hombre blanco teme a la democracia.
Esto es todo por lo que lucha el partido ANC. Su batalla es realmente una batalla nacional. Es una batalla de la gente africana, inspirada por sus propios sufrimientos y su propia experiencia. Es una batalla por el derecho a vivir.
A lo largo de mi vida, me he dedicado a luchar por los derechos de los africanos. He luchado contra la dominación blanca.
He soñado con la idea de una democracia”.