EL FIN DE APARTHEID


“Desde el punto de vista político [en el Tercer Mundo], el cambio más positivo registrado durante la década de los noventa se produjo en Sudáfrica, la principal potencia económica y demográfica del África subsahariana, con un 44% del PNB de la zona a mediados de los noventa, un 52% de la producción industrial, un PNB «per cápita» que casi triplica la media y nueve veces más líneas telefónicas que el resto del subcontinente. Sudáfrica fue uno de los primeros países africanos en alcanzar la independencia, aunque la República no se proclamó hasta 1961. Desde 1948 vivió sometida a un estricto régimen de segregación racial o apartheid que garantizaba el monopolio del poder a la minoría blanca, lo cual explica que incluso después del apartheid sea uno de los países del mundo con mayor desigualdad en la distribución de la renta.

Además de privar del derecho a voto a la inmensa mayoría de la población sólo el 15% disfrutaba de tal privilegio, la segregación condenaba a negros, mestizos e hindúes a llevar una vida aparte en barrios degradados, con un acceso muy restringido a la educación, a la sanidad y a la propiedad y sometidos a una explotación laboral sin límites. La legislación impedía los matrimonios mixtos y establecía severas penas de cárcel para aquellos que mantuvieran relaciones sexuales con personas de otra raza. La hegemonía blanca, consagrada en un Parlamento sin verdadera oposición al sistema, se vio fuertemente contestada tanto dentro del país, por parte sobre todo de la comunidad negra, como en el exterior, por las distintas iniciativas internacionales para forzar mediante el bloqueo económico un cambio en la política interna sudafricana. Junto a la presión internacional, la larga lucha del Congreso Nacional Africano (CNA), con estallidos de violencia como los que sacudieron el gueto negro de Soweto en 1976, y la tenaz resistencia de su líder, Nelson Mandela, encarcelado en 1964, acabaron por convencer a los sectores más moderados de la comunidad blanca de la necesidad de una transición pactada que acabara con el apartheid. Tras la liberación de Mandela en 1990, el presidente F. W de Klerk inició negociaciones con el Congreso Nacional Africano, que conducirían cuatro años después a la celebración de las primeras elecciones democráticas de la historia del país, que dieron como resultado el triunfo del Congreso Nacional y la posterior elección de Nelson Mandela como presidente de la República. Cinco años después, Mandela dejó el cargo en manos de Thabo Mbeki, su sucesor también al frente del CNA, con un balance lleno de claroscuros, aunque globalmente positivo: si la estabilidad de la nueva democracia sudafricana es un logro histórico indiscutible para un país marcado durante décadas por profundas injusticias, la persistencia de graves desigualdades sociales y económicas heredadas de la etapa anterior puede hacer peligrar un modelo de convivencia todavía muy frágil, cuya principal base de sustentación ha sido el inmenso carisma de Nelson Mandela. De ahí los interrogantes que abrió su retirada de la vida política.”

Fuentes, Juan Fco, La Parra López, Emilio, Historia universal del siglo XX. Desde la Primera Guerra Mundial al ataque de las torres gemelas, EpubLibre, 2001, pp 544-546

 

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