PERÓN Y LA IGLESIA CATÓLICA
“A fines de 1954, y hasta mediados de 1955, el gobierno peronista y la Iglesia Católica se vieron envueltos en un conflicto de proporciones escandalosas. Luego de varias semanas de críticas crecientes ala Iglesia por parte de la prensa oficial y dirigentes peronistas, Perón pronunció el 10 de noviembre un discurso en el que acusó abiertamente a “ciertos sacerdotes” de actividades antiperonistas, y a “ciertos católicos” de infiltración en las “organizaciones del pueblo”
Lo que pareció al principio una iniciativa desconcertante del presidente se convirtió progresivamente en un asunto de envergadura mayor. Con el objeto de secundar al líder en su nueva causa, la prensa peronista organizó una campaña anticlerical de violencia creciente […]
Los católicos no tardaron en reaccionar. Ante la imposibilidad de publicar sus opiniones, grupos clandestinos organizaron una campaña de panfletos que alcanzó niveles inesperados. Los repetidos allanamientos policiales no lograron detener el flujo de volantes escritos y distribuidos por grupos de jóvenes católicos. Estos panfletos expresaban su indignación en un tono y con argumentos que variaban según su procedencia. Si bien algunos panfletos fueron ampliamente difundidos, sus distribuidores se concentraban particularmente en algunos lectores preferidos: os militares primero, y luego los universitarios y miembros de la inteligencia nacional.
La reacción católica fue amplificada por el apoyo encontrado en diversos sectores de la sociedad. Las ceremonias religiosas del 8 de diciembre de 1954 (luego del acto de consagración de la Virgen) y, sobre todo, la de Corpus Christi (11 de junio de 1955) se convirtieron en verdaderas manifestaciones antiperonistas. […] todos marcharon por las calles de Buenos Aires al grito de “¡Viva Cristo Rey!”
La procesión, organizada a pesar de la prohibición oficial, culminó en incidentes interpretados por el gobierno como una afrenta: delante del Congreso, grupos no identificados pusieron una bandera del Vaticano en lugar de la nacional y arrancaron varias placas recordatorias de Eva Perón. Inmediatamente, todas las instancias del peronismo se consagraron a desagraviar la memoria de Evita y a condenar el ultraje a la bandera nacional. Los obispos Tanto y Novoa, que habían dado la misa de Corpus en la Catedral, fueron expulsados del país por orden del Poder ejecutivo. Finalmente, la situación estalló: el 16 de junio, aviones de la Marina bombardearon la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, dejando un saldo de numerosos muertos y heridos, pero sin lograr tomar el poder […]. Aquella noche, grupo de jóvenes incendiaron las iglesias principales del centro de Buenos Aires y la Curia metropolitana, ante la mirada pasiva de la policía”.
Caimari, L. M., Perón y la Iglesia Católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina (1943-1955), Buenos Aires, Ariel, 1984