EL MOVIMIENTO DE PAÍSES NO ALINEADOS (NO-AL)


“[…] al cerrarse la red de acero de la guerra fría sobre el planeta, todos los que tenían libertad de acción quisieron evitar adherirse a cualquiera de los dos sistemas de alianzas, es decir, mantenerse al margen de la tercera guerra mundial que todos temían. Esto no significa que los «no alineados» se opusieran por igual a ambos bandos durante la guerra fría. Los inspiradores y adalides del movimiento (al cual solía llamarse con el nombre de su primera conferencia internacional en Bandung, Indonesia, en 1955) eran ex revolucionarios anticolonialistas radicales: Jawaharlal Nehru de la India, Sukarno de Indonesia, el coronel Gamal Abdel Nasser de Egipto y un comunista disidente, el presidente Tito de Yugoslavia. Todos ellos, al igual que otros regímenes ex coloniales, eran o decían ser socialistas a su manera (es decir, no soviéticos), incluyendo el socialismo monárquico y budista de Camboya.

Todos simpatizaban con la Unión Soviética, o por lo menos estaban dispuestos a recibir su asistencia económica y militar, lo cual no resulta sorprendente, ya que los Estados Unidos habían abandonado su tradición anticolonialista de la noche a la mañana después de que el mundo quedase dividido, y buscaban ostensiblemente aliados entre los elementos más conservadores del tercer mundo: Irak (antes de la revolución de 1958), Turquía, Pakistán y el Irán del sha, que constituyeron la Organización del Tratado Central (CENTO); Pakistán, Filipinas y Tailandia, que formaron la Organización del Tratado del Sureste Asiático (SEATO), ambas pensadas para completar el sistema militar antisoviético cuyo pilar principal era la OTAN, aunque ninguna de las dos llegara a tener gran importancia. Cuando el grupo básicamente afroasiático de los no alineados se convirtió en tricontinental tras la revolución cubana de 1959, sus miembros latinoamericanos se reclutaron, lo que no es nada sorprendente, entre las repúblicas del hemisferio occidental menos allegadas al «gran hermano del norte». 

No obstante, a diferencia de los simpatizantes de los Estados Unidos en el tercer mundo, que podían unirse al sistema occidental de alianzas, los estados no comunistas de Bandung no tenían intención alguna de verse involucrados en una confrontación mundial entre las superpotencias, ya que, como demostrarían las guerras de Corea y Vietnam y la crisis de los misiles cubanos, estaban en la primera línea potencial de ese conflicto. Cuanto más estable fuese la frontera (europea) entre ambos bandos, más probable era que, llegada la hora de las armas y de las bombas, éstas se cebasen en las montañas de Asia o en las selvas de África”.

FUENTE: E. Hobsbawm, Historia del Siglo XX, Crítica, Buenos Aires, 1998, p. 359

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