RASGOS DE LA DICTADURA CHILENA
La salvaje violencia de la represión inicial sorprendió a la opinión extranjera, que esperaba otra cosa de Chile; su prolongación por una dictadura militar que la proclamaba uno de sus objetivos permanentes y se rehusaba a reconocer un papel para las fuerzas políticas sorprendió también a muchos chilenos, que habían esperado un rápido retorno al orden institucional
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La gravedad de la crisis social vivida por Chile permite también entender mejor algunas notas distintitas del régimen militar […]. Aún más enérgicamente que otros organizados sobre pautas burocrático-autoritarias, ese régimen se esfuerza por prevenir cualquier organización y movilización popular, pero se diferencia de ellos en cuanto siguió contando por una década de una suerte de movilización subterránea de todos los sectores que se sintieron amenazados por los populares […]
[…] otra no menos importante: el general Pinochet noes, como los efímero titulares del poder en los regímenes militares brasileños o argentinos, el gerente ocasional de una empresa política corporativamente controlada por las fuerzas armadas; es un dirigente político por derecho propios, que no debe su predominio sobre sus pares tan solo a la astucia de un poco tosca con que viene manipulando al cuerpo de oficiales, sino a la identificación que con él mantienen cuantos en Chile guardan aún rencorosa memoria de la etapa de gobierno de Unidad Popular; es ésta quizá la razón principal por la cual ha sido precisamente en Chile donde la toma del poder por las fuerzas armadas ha hallado expresión en una dictadura personal de vocación vitalicia.
Otra peculiaridad del régimen chileno […] es la renuncia al objetivo de desarrollo económico, entendido como creación de una economía estructurada en torno a aun sector industrial avanzado.
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En 1973 lo más urgente era disminuir el ritmo de la inflación, y la derrota sufrida por los sectores populares permitía utilizar para ello una recesión severísima, que intensificaba todavía más la redistribución del ingreso en favor de los sectores privilegiados, y en contra tanto de las clases populares como de las medias, a las cuales el recuerdo de los pasados peligros debía dar fueras para soportar la penuria que iba a ser su lote en los primeros años de la gestión militar. A la vez, la privatización del vasto sector nacionalizado introducía cambio en la elite económica […]
[…] sólo en Chile se iba a intentar de vera “achicar el Estado” (o más bien su gravitación en la economía) pero ello no contribuyó tan rápidamente como algunos esperaban a “agrandar la nación”, o -en términos más prosaicos- a revitalizar la economía productiva y las exportaciones aumentando la capacidad del sector privado.
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La liberalización económica que el [Golpe] impuso hizo de Chile un desemboque atractivo para los fondos acumulados por los países exportadores de petróleo. El flujo de créditos, al mantener una paridad alta para la moneda chilena, estimuló luna enorme expansión del consumo de bienes importados, que tras de aplastar la competencia de la maltrecha industria nacional siguen creciendo para satisfacer una demanda que parecía hacerse insaciable. Esa paridad provocaba también un estancamiento de las exportaciones, a las que hacía cada vez menos competitivas, pero las consecuencias negativas sobre la balanza de comercio eran paliadas también en la de pagos por el alud de créditos baratos.”
Halperín Dongui, T., Historia contemporánea de América Latina, Alianza editorial, Madrid, 2013, pp. 630-634