CUBA Y CHILE, DURANTE LA ADMINISTRACIÓN NIXON
“Mientras cultivaban la distensión con los soviéticos y los chinos, tanto Nixon como Kissinger estaban preocupados por la posibilidad de una futura expansión comunista en el hemisferio occidental. Cuba y Chile preocupaban en particular a Nixon.
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En el caso de Chile, el gobierno de Nixon veía con inquietud la perspectiva de que el socialista Salvador Allende fuera el primer líder marxista elegido en un país del hemisferio. Kissinger comentó: «No veo por qué necesitamos mantenernos al margen y contemplar cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo». El 15 de septiembre de 1970 Nixon ordenó a la CÍA que ayudara a organizar un golpe de Estado militar por si resultaba imposible impedir que Allende llegara a ser presidente. Nixon también redujo los programas de ayuda a Chile para, como dijo, «estrujar» la economía del país hasta que «chillara».
Después de que Allende asumiera la presidencia, el llamado Comité de los Cuarenta, que integraban los principales encargados de la seguridad nacional, entre ellos Kissinger, y tenía por misión supervisar las operaciones encubiertas dentro del gobierno de Nixon, autorizó que se destinaran más de siete millones de dólares a apoyar en secreto a las fuerzas enemigas de Allende en Chile. Las presiones norteamericanas no tardaron en crear las condiciones propicias a un golpe de Estado. La economía chilena se derrumbó al tiempo que crecía la oposición a Allende, y en septiembre de 1973 los militares derrocaron al presidente (que fue asesinado) e instauraron una dictadura derechista encabezada por el general Augusto Pinochet.
Con las excepciones de Cuba y Chile, Nixon y Kissinger mostraron poco interés por América Latina. Cuando Nixon se ocupó de los problemas de América Latina fue para criticar la Alianza para el Progreso y sugerir que era poco aconsejable intentar que las naciones latinoamericanas fueran reflejos de Estados Unidos. Al mismo tiempo, sin embargo, los norteamericanos no estaban dispuestos a permitir que las naciones de América Latina emulasen el modelo soviético, como de forma tan obvia demostró el derrocamiento de Allende.”
FUENTE: R. E. Powaski, La Guerra Fría. Estados Unidos y la Unión Soviética, 1917-1991, Crítica, Barcelona, 2000, pp. 244-245